Este artículo me gusto mucho, ya que deja claro que el Español sigue creciendo, y su importancia en los Estados Unidos es crucial en todos los ámbitos.
Por: Jorge Ramos.
Por: Jorge Ramos.
Boston. En este puerto –donde hace 227 años se realizaron las primeras batallas en la lucha por la independencia de Estados Unidos frente a los británicos– se habla español. Boston está viviendo dos dramáticas transformaciones. Por una parte, su centro o downtown está en la mitad de una gigantesca, carísima y controversial obra vial. Y por la otra, el español se está colando en cada una de las esquinas de la ciudad donde Estados Unidos dio sus primeros gritos de libertad.
En las calles, restaurantes y en los puestos de seguridad del aeropuerto Logan se oye el español. Y Boston no es la excepción. En estados como Arkansas la población latina aumentó 148% en una década, y en Carolina del Norte el crecimiento fue del 110%. A nivel nacional, de 1990 al 2000, los hispanos crecieron 58%. Ahora somos 35 millones de personas (si le creemos al censo) o más de 40 millones si le sumamos a esa cifra todos los inmigrantes indocumentados de América Latina. En menos de 50 años, la población hispana superará los 100 millones de personas. La constante entrada de inmigrantes, aunada a los altos niveles de natalidad, explican el explosivo aumento de los latinos.
Mientras más latinos haya en Estados Unidos, más español se hablará aquí. Las compañías de radio y televisión calculan extraoficialmente que nueve de cada 10 hispanos hablan español en casa. Esta es la razón por la que la que el programa de radio más escuchado en Nueva York sea en español y no en inglés. Por eso mismo, también, los noticieros con más audiencia entre la población joven en ciudades como Miami, Houston y Los Angeles son en español, no en inglés.
Cuando llegué a Estados Unidos hace 20 años, el director de noticias de una estación de televisión local me dijo que el español iba a desaparecer porque todos los inmigrantes latinos –como ocurrió anteriormente con los italianos, los polacos y los alemanes– se asimilarían totalmente y hablarían en inglés. Eso no ha ocurrido. Por el contrario, el español está vivito y coleando y cada vez más personas lo hablan en Estados Unidos. Y, por cierto, el director de noticias que pronosticó hace dos décadas el fin del español perdió su trabajo. (Irónico sería que lo reemplazara un periodista bilingüe).
El español es tan importante en estos días, que difícilmente un político puede ser elegido en algunos distritos de California, Texas, Florida, Arizona, Illinois, Nuevo México y Nueva York si no sabe hablar español. Los candidatos a la Gobernación de Texas, Dan Morales y Tony Sánchez, tuvieron recientemente un debate televisivo en español. Y George W. Bush se convirtió en el primer presidente de Estados Unidos que habla español (o, más bien, que cree que habla español).
Si Bush no hubiera hecho tanto esfuerzo por comunicarse en español durante la campaña presidencial –aunque sus frases estuvieran plagadas de errores gramaticales– seguramente no estaría en la Casa Blanca. El voto de los cubano-americanos le dio la Florida y con ella la Presidencia. Al Gore, el candidato demócrata a la Presidencia, sólo repetía frases hechas en español –“sí se puede”, “viva Puerto Rico”– y ni la música de merengue le pudo quitar lo acartonado. Gore perdió y ahora anda por ahí, barbudo, como alma en pena.
Algunos estadounidenses sienten, equivocadamente, que el español amenaza la unidad de Estados Unidos. Tal vez por eso el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, quiere terminar con la educación bilingüe para 160 mil estudiantes. ¡Qué vergüenza! ¡Qué falta de visión, señor Bloomberg! Eso demuestra que tener 4 mil millones de dólares, como el nuevo alcalde, no significa ser el más listo de la clase.
El español enriquece la cultura en Estados Unidos y abre nuevos mundos a los niños. La unidad del país no depende de la lengua que se hable, sino de la tolerancia hacia nuestra diversidad étnica, racial y cultural. Si en Europa –y Suiza es un buen ejemplo– es común que se hablen dos, tres y hasta cuatro idiomas, ¿por qué algunos estadounidenses se resisten a que aquí se hablen dos; inglés y español?
La mayor parte de los latinos que conozco hablan inglés y español. Y un reciente estudio de la Universidad del Sur de California confirma que los hispanos se están insertando muy rápido –cultural, económica, políticamente– en Estados Unidos. Entonces ¿por qué tanto rechazo a los hispanoparlantes? Este miedo es producto de prejuicios.
Hablar español e inglés es como usar las dos manos. Así lo describía la escritora puertorriqueña Rosario Ferré. Y estoy totalmente de acuerdo: hablar en los dos idiomas me permite leer a Hemingway en inglés y a García Márquez en español; puedo apoyar a gritos al beisbolista Mark McGuire o al jonronero Samy Sosa; escucho sin problemas a Britney Spears y a Madonna al igual que a Shakira y a Jennifer López; y tengo la opción de enterarme de las noticias en CNN o en Univisión. En otras palabras, ser bilingüe es dos veces mejor que ser monolingüe.
A veces, es cierto, la mezcla del español e inglés genera barbaridades. Hace poco un amigo me dijo que su carro estaba “lisiado” (del verbo lease, es decir, rentado) y en una gasolinera del norte de la Florida un letrero anunciaba: “pague en la pompa” (en lugar de hacerlo con tarjeta de crédito en la bomba de gasolina). Pero esos son gajes del espanglish que reflejan una verdadera invasión del español en la tierra del inglés.
El español sólo enfatiza la esencia multiétnica, multirracial y multicultural de Estados Unidos. El reto de esta nación es verse al espejo y reconocerse mestiza, mixta y bilingüe. Mientras siga aumentando el número de gente que hable español –en las casas, en las escuelas, en la televisión, en las calles...– el inglés nunca podrá ser, en la práctica, el idioma oficial de Estados Unidos. Sorry.